El grito de mi soledad


El grito de la soledad, el grito de mi desesperación…
Es la última esperanza, la última gota de vida…
El sueño de mi alma, el inalcanzable Edén de mi anhelo…
El deseo de tu calor, el tormentoso e imposible amor de mi ser.

Siento como muero poco a poco, lentamente…
No hay más fe, no hay más magia que me salve de este destinado final…
El grito de la soledad no es escuchado…
El llanto de mi dolor nunca fue consolado.

Y la vida cae, se hace ruinas…
Huracanes y tragedias, al sentir tu indiferencia…
Son sólo pensamientos producidos por mi egoísta mente…
Pero siento el no poder controlar mi sed… No puedo saciar de mi hambre.
Sonreír es una virtud, hacerte sonreír es un regalo y un honor…

De mis ojos siguen brotando lágrimas… Y tu recuerdo es un castigo…
Todas las esperanzas y todo el amor que te brinde, hoy se pierden en el olvido…
Ahora el cielo está nublado, empieza a caer la tempestad, el diluvio; comienza la lluvia de mis ojos.

Mis sentidos arden, y sufren en tu fuego, en tu llama que aún vive y crece dentro de mí.
Es un castigo y una tortura el poder verte y saber que no te tengo… El poder besarte tan sólo en mis pensamientos; es una tortura el observar como ese amor, esa atención que necesito y esperaba de ti, se la brindas a quien no merece tu fulgor.
Y mis rasgos, mis aspectos, lo que me diferenciaba, mi esencia se pierde entre el humo de nuestro frágil y juzgado amor quemado.

Quiero llorar, pero ya no hay lágrimas, ya no hay razones…
Sólo quedará ser feliz por ti, aunque me duela el hecho de no estar satisfecho conmigo mismo.
Cada noche miro al cielo, con la aspiración de que tu estrella vuelva a brillar con aquella intensidad.
Ya no hay ninguna luna que ilumine mi fría oscuridad… Tengo miedo; sin ti estoy tan perdido…

Tengo frío, desde que te fuiste, tu calor se convirtió en veneno y en nostalgia… Te extraño, incluso en pensamientos… Ya no hay positividad en mi distorsionada mente…
Afligido y frágil como una rosa o un cristal… Estoy rompiendo cada pedazo de mi ser…
Me estoy haciendo trizas; lo único que escucho es mi grito del silencio, y tu voz, que aún se eleva entre los aturdidores y abominables soplidos del viento sin vida.

Aún en mí se expande tu color verde y tu sonrisa que me llenan de ironía, de rabia y de confusión.
¡Te necesito!, por favor… Escúchame, te necesito… Hoy estoy llorando mientras te escribo, mientras redacto mi pena, mi lastima… ¿Por qué debías dejar de sentirlo?...
¡Regresa, te necesito!
Es el grito del silencio aturdidor…
Mi alma grita tu nombre…
¡Te necesito!...
Te necesito…




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